martes, 13 de enero de 2015

TE SEÑALAN EL CAMINO, AHORA TE TOCA A TI ELEGIR



Es fácil confesar que somos felices, y de hecho lo confesamos cuando se nos pregunta. Todos, esa es la tendencia natural, escondemos nuestras cruces y nuestras angustias. Nuestra soberbia nos hace soportar muchas cosas que nos duelen y nos hacen sufrir. Sin embargo, hay un limite y es ahí cuando soltamos toda la verdad que hasta ahora hemos estado ocultando.

Ocultarlo es engañarnos. Nadie puede negar que el hombre busca la verdad y la felicidad. A nadie le gusta mentir, y si lo hace, lo hace porque quiere conseguir algo que no le pertenece ni tiene derecho a ello. Es lo que llamamos robo o fraude; engaño o mentira; apoderarse de lo ajeno o estafa. Lo de menos son los nombres. Lo importante es que cuando piensas sólo en ti, excluyes al otro y le robas sus derechos.

Esa búsqueda de la verdad te lleva a ser justo, equitativo, respetuoso, fraterno, defensor de la libertad y la igualdad. Son los valores tan nombrados y deseados. Pero esos valores corren el riesgo de perderse porque no hay referencias en quien mirarse. Si lo dejamos a que cada uno actúe según piensa corremos el riesgo de caer en muchos egoísmos y mentiras. Porque somos pecadores. Eso nadie lo puede negar.

Y la aparente felicidad de unos se apoya en la infelicidad de otros. Muchos son explotados y engañados, para que otros sean, al menos por un tiempo, algo felices. Una felicidad aparente y temporal, porque nadie escapa a las inclemencias de la vida y a los sufrimientos que ella misma te somete. Más cuando, viviendo en el engaño y la mentira, todo, tarde o temprano, saldrá a la luz. Porque la verdad siempre emerge.

Se hace necesario fijar la mirada en alguien en quien se pueda confiar, y que haya respondido a esa confianza. Alguien que, al mismo tiempo, con el testimonio de su vida ofrezca esa felicidad que, buscada en este mundo, no se encuentra, aunque tú defiendas que sí y que confieses ser feliz. 

No puedo ser feliz cuando sé que un día voy ser anciano, si llego, y a morir. A pesar de que tenga una muerte plácida, no me resigno a morir. Porque quiero vivir siempre. Mejor, en mi opinión, buscar esa oferta, que me es dada, me parece el punto de arranque de la verdadera felicidad.

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