lunes, 21 de julio de 2014

PARA CARGAR LA CRUZ PRIMERO HAY QUE ENCONTRARLA



Es indudable que si no hay cruz no se puede cargar. Cargar la cruz implica tener una cruz y nadie quiere tenerla ni quiere saber nada de cruz. Muchos la tienen, pero no la encuentran o no saben donde está. Mejor la ignoran y trata de quitársela de encima. La cruz molesta, pesa y te hace la vida más pesada.

Todos nosotros tenemos siempre algo de que quejarnos. Sería imposible encontrar a alguien que no se queje, aunque habremos oídos a muchos decir que son felices y que no se pueden quejar. Sin embargo, todos tenemos siempre algo de que quejarnos: una enfermedad, una manía, un vicio, un defecto, alguien en la familia que da la nota...etc. Sabemos muy bien a qué nos referimos...

Y también sabemos que es ahí donde encontraremos nuestras cruces. Quizás ese vicio que te amarga tu vida y compromete tu existencia, entiendes que está mal. Tu corazón te dice que eso no está bien, pero tú no quieres cargar con esa inclinación, vicio o enfermedad. Te resiste a aceptarlo y a negarte, porque has puesto tu felicidad en vivir tal como a ti te gusta y sientes. Cierras los ojos y vendes tu felicidad eterna por cuatro años de felicidad a media y con más pena que gloria.

Rechazas la cruz de tu vida con la que tienes que cargar. Algo así como rechazar los planes, que aunque no los entiendas, gravitan sobre tu camino y tu vida para tu bien. Dios no puede desear tu sufrimiento y por eso te ayudará, con tu permiso libre y voluntario, a soportar esa cruz para que, pasado el tiempo del camino, puedas encontrar la liberación, la alegría y la felicidad eterna.

Si no entiendes esto, rechazarás el Plan de Dios, tal y como lo hizo el hijo prodigo. Sólo que él cuando se le presentó su cruz, supo reconocerla, cargarla y emprender el camino a su Casa.

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