sábado, 28 de diciembre de 2013

ME SIENTO MAL



Me siento mal, como creo que se sienten todos los hombres y mujeres del mundo. El tifón Haiyan entró en Filipinas como un exterminador sin piedad arrasándolo todo. En la ciudad de Taclován (capital de la provincia de Leite) quedó su recuerdo triste: coches y barcos volcados en las calles llenas de escombros y muerte. Gritos de los que quedaban sin saber dónde ir.

Desgarradora la imagen de un pescador que sostenía el cadáver de su hija  de 9 años. Iba descalzo y herido. No dejaba que nadie tocara a su niña. Repetía sin cesar el nombre de su mujer y sus siete hijos. El Tifón Haiyan dejó 10.000 muertos, pero no pudo borrar la imagen dulce, querida, única de la maternidad, haciéndonos ver que la madre nunca huye sola en el peligro, sino con el hijo en brazos y apretándolo contra su corazón.

Entiendo que las tragedias son parte de este mundo por el que caminamos, y valoro extraordinariamente, viendo lo que ocurre en otros lugares, la suerte que he tenido, hasta ahora, de nacer en un lugar apacible, encantador, con un clima inmejorable donde lo único que ocurre es alguna lluvia y viento de vez en cuando que dejan más problemas por no estar preparados que por su fuerza en sí.


Me siento mal e impotente. Mis oraciones caminan junto a cada persona, muerta o viva, segura o insegura, abandonada, sola o sin familia... Quisiera tener una barita mágica que solucionara todos los problemas enseguida, pero soy una gota más en este mundo, injusto por los hombres, pero hermoso, y un medio y oportunidad que Dios nos da para llegar seguros y salvos a su Casa.

Cuando perseguimos esta meta, la tragedia aminora sus efectos, porque, a pesar del dolor y sufrimiento, la esperanza siempre está presente y ningún tifón, huracán o tempestad puede con ella. La esperanza de que tras este aparente insuperable dolor nos espera el gozo y la felicidad eterna en presencia del Padre Dios.

Es verdad, y nadie lo puede sufrir por ti, que el dolor es terrible, devastador y de muerte. Y esa es la impotencia de todos. Los poderes del mundo deberían tener en cuenta y dar prioridad a estos problemas, y ver en qué medida se pueden evitar. No basta con ayudas y soluciones después de la tragedia y muertes. Hay que invertir en evitar los próximos, que seguro que llegaran. Son los pueblos las prioridades de los gobernantes, y no otras cosas.

Es ahí donde trato de ahogar mis sentimientos de dolor y donde encontrar respuestas a tanto sufrimiento por otras personas que parecen hechas para sufrir. Dios lo tendrá en cuenta y mirará a cada uno por lo recibido y lo entregado.


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