martes, 9 de octubre de 2012

VIVIR Y NACER...

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son dos conceptos diferentes. Al menos significan cosas diferentes, pues mientras vivir indica que la vida existe ya, nacer entiende que alguien empieza en ese instante su vida. No sé por qué razón me empeño en distinguir y remarcar bien estos dos conceptos. Posiblemente llevado por una inquietud de defender mejor la vida ante los ataques de aquellos que aprovechando la costumbre, lo normal hecho corriente, se parapeten en defender lo que no es evidente ni real.

Juan el Bautista saltó de gozo en el vientre de su madre Isabel al sentir la presencia de su primo Jesús, el Verbo encarnado, en el vientre de su madre María. Ese salto de gozo deja sin lugar a duda que vivía y sentía en el vientre de su madre. Luego, hacía ya unos meses que había nacido, sólo que no estaba preparado para nacer a la luz de este mundo todavía.

Así, muchos niños nacen a la vida desde el momento de la concepción en el vientre de sus madres, mientras permanecen vivos en él, nueve meses algunos, otros ocho e incluso algunos siete, se preparan alcanzando el desarrollo necesario, para nacer a la luz del mundo. Esto se conoce dar a luz y también nacer.

Pero, mientras dar a luz está bien definido, nacer, en mi humilde opinión, está mal empleado y no siendo lo normal, por ser lo que todos dicen (lo corriente), se toma como normal. Y ahí está el error y el peligro que otros, demagógicamente, utilicen esa confusión para defender lo indefendible: "El aborto", porque de ser considerados niños no nacidos, sus vidas pueden estar en peligro, pues lo no nacido no existe. No se habla pues de muerte, pues algo que no existe no se puede matar.
Sabemos y entendemos que eso no es así, pero llamando a las cosas de forma inadecuadas, aquellos que juegan a la trampa aprovechan la oportunidad. Por eso, en mi opinión, creo que debemos de empezar a llamar a cada cosa por su nombre.

Los creyentes en Jesús de Nazaret sabemos que el día de nuestro Bautismo nacemos a una vida nueva. Dejamos el hombre viejo que hemos llevado dentro por el pecado y renacemos al hombre nuevo por la Gracia recibida en el Bautismo. 

Debemos, pues, considerar que igual que tenemos una fecha de nacimiento físico, que muy bien podemos aumentarle los nueve meses en el seno de nuestras madres, también tenemos una fecha que celebrar a partir del día que somos bautizados y nacemos al hombre nuevo por la Gracia. Así entendido podemos celebrar no sólo el cumpleaños físico, diríamos, sino también el cumpleaños espiritual.

Sin embargo, al parecer este hecho no lo advertimos y corriente es aceptarlo así, pero no por eso sería lo normal. Lo normal es considerar, incluso más importante, celebrar ese acontecimiento no sólo en el momento que se realiza (Bautismo) sino cada vez que cumplimos años de haber entrado a la Verdadera Vida: "La Vida de la Gracia".

En mi opinión somos seres concebidos como personas vivas, en estado de gestación, pero personas vivas desde nuestra concepción en el seno de nuestras madres, y así debemos acostumbrarnos a considerarlo aunque lo hayamos desvirtuado y no lo veamos normal. No perdamos de vista que lo corriente no es por eso lo normal.

De esta manera, llamando a las cosas por su nombre nadie puede arrogarse el derecho a interrumpir una vida con todos los derechos igual a la suya.

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