miércoles, 23 de mayo de 2012

EL MUNDO: UN GRAN ENEMIGO


No cabe duda que el mundo es un lugar donde el precio del amor se paga. Y se paga con sangre y muerte, porque los criterios del mundo se inclinan al egoísmo, la soberbia, el poder y las riquezas. Pero, ¿dónde está el mundo, y qué es el mundo?

Me ha surgido esta reflexión a raíz del último hangout de "Nupcias de Dios, en el que he participado. Donjoan habló del mundo, de un mundo que no existe como un ente personal y concreto, sino que existe dentro de cada uno de nosotros. 

Jesús fue tentado en el desierto, y una de esas tentaciones se refería a poseer el gobierno del mundo, al poder y las riquezas para someter y dominar. Pero el mundo existe en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros forma el mundo. De forma que si me opongo y lucho contra esa tentación de apoderarme del mundo, estoy contribuyendo a luchar contra el mundo. Mi mismo mundo.

Es de sentido común que si todos nos resistimos a los criterios que nuestra propia carnalidad nos inclina y nos esforzamos en vencernos, no solos, pero con la Gracia de Dios podemos vencer. Porque Jesús lo hizo, y nos ha prometido que con la fuerza y asistencia del Espíritu Santo podemos nosotros también vencer.

Y en la medida que entablamos una lucha martirial contra nuestra propia humanidad, tocada por el pecado, estamos también luchando contra el mundo que nos amenaza. Porque en esa lucha nos fortalecemos los unos a los otros, nos apoyamos y nos sentimos unidos. Como una luz iluminadora comprendemos que el amor es la fuerza que nos va a dar la oportunidad de vencer. Necesitamos amarnos.

Entre otras cosas, porque amándonos vencemos al mundo, a ese mundo que formas tú y yo. Porque cuando nos amamos hacemos presente a Jesús, ¡que vive!, entre nosotros, y con Él somos mayoría aplastante. Pierde el mundo su mejor aliado, el demonio, y el camino queda despejado para avanzar en nuestra peregrinación.

Porque amándonos hacemos presente el Reino de Dios en este mundo, y ya no hay lugar para que el desamor reine entre los hombres. Un Reino de justicia, de amor y de paz. Por eso, necesitamos ir cogidos de la mano, unidos y en constante oración. Amén.

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