martes, 29 de marzo de 2011

LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA



DIOS “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (I Tm 2, 4), es decir, al conocimiento de CRISTO JESÚS (Jn 14, 6). Es preciso, pues, que CRISTO sea anunciado a todos los pueblos y a todos los hombres y que así la Revelación llegue hasta los confines del mundo:

“DIOS quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las generaciones”.

I. La Tradición apostólica

“CRISTO nuestro SEÑOR,  en quien alcanza su plenitud toda la Revelación de DIOS, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que ÉL mismo cumplió y promulgó con su voz”.

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA…

La transmisión del Evangelio, según el mandato del SEÑOR, se hizo de dos maneras:

- oralmente: “los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de CRISTO y lo que el ESPÍRITU SANTO les enseñó”;

 En un primer momento, los primeros años, la predicación de los Apóstoles fue oral y en la medida que iban envejeciendo decidieron volcarla en la escritura para evitar el riesgo de que se perdiese. Es lo más lógico y natural, pues lo que se quiere transmitir se escribe y se delega para que no se pierda. Pensar otra cosa es algo disparatado y fuera de lo puramente racional.

- por escrito: “los mismos Apóstoles y los varones apostólicos pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el ESPÍRITU SANTO”.

…CONTINUIDAD EN LA SUCESIÓN APOSTÓLICA

“Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, “dejándoles su cargo en el magisterio”. En efecto, “la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos”.
 
Esta transmisión viva, llevada a cabo en el ESPÍRITU SANTO, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, “la Iglesia con su enseñanza, su vida y su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree”. “Las palabras de los santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora”.

Así, la comunicación que el PADRE ha hecho de sí mismo por su Verbo en el ESPÍRITU SANTO sigue presente y activa en la Iglesia: “DIOS que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su HIJO amado; así el ESPÍRITU SANTO, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de CRISTO”.

San Pablo, en sus cartas, predica no su palabra sino la Palabra transmitida y recibida de la primera comunidad, la que vivió en vida y con CRISTO, y fueron testigos de su muerte y Resurrección. No es algo que se dice, subjetivo ni que han oído, sino la propia palabra y predicación de JESÚS expresada por ÉL mismo. No hay nada inventado aunque todo lo que dijo JESÚS no puede estar recogido, pues no habría libro que puediera contenerlo, pero sí está todo lo necesario y fundamental de su Mensaje para nuestra salvación.

Y, por la acción del ESPÍRITU SANTO, guiada por ÉL, la Iglesia sigue aprendiendo, comprendiendo y descubriendo el contenido de todo lo Revelado por JESÚS. Vamos convirtiéndonos en nuestro peregrinar porque contamos con la asistencia del ESPÍRITU SANTO, promesa hecha por el mismo JESÚS. ÉL nos da fuerza, nos ilumina y nos señala el camino.


Sin embargo, el hombre ha sido creado libre y será él quien decida si quiere aceptar la salvación o no. DIOS se la propone y ofrece, pero es el hombre quien en último término decide tomarla y aceptarla.


Por  eso DIOS nos busca y nos acompaña, siempre deseoso que le respondamos afirmativamente. Nos ama hasta dar su vida por nosotros en CRISTO JESÚS, pero se ata las manos ante nuestra libertad.


Es mucho más fácil salvarse conociendo a JESÚS que no conociéndole. Por eso estamos obligados a proclamar su Mensaje. La ignorancia, aunque no nos responsabiliza de nuestros actos, si nos responsabiliza de nuestra negligencia de no buscar la verdad y aceptarla. Porque todos queremos saber, encontrar la verdad y vivirla. Nadie quiera vivir en la mentira y el pecado, pues eso está reñido con nuestra conciencia.

Tenemos un compromiso moral de proclamar, con nuestra vida y nuestro testimonio, el Mensaje del Amor: En nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales... No sólo ser sino también parecer, a  pesar de que muchos no quieran oír ni comprender. Por eso, a quienes cierren su corazón les será ocultado la verdad, y a quienes se abran a la verdad les será revelada la verdad.

Necesitamos fiarnos, abandonarnos y confiar en el ESPÍRITU SANTO para comprender lo que nuestro carazón quiere razonar desde nuestra pobre humanidad limitada incapaz de comprender el misterio de DIOS.

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