miércoles, 3 de septiembre de 2008

EL SENTIDO DE LAS DESPEDIDAS DE SOLTEROS/AS


Creo que lo de Noé se repetirá muchas veces. La burla hacia el otro está vinculada a la envidia o al deseo de justificar su propia vida. Se hace muy duro tomar un cambio brusco en tu vida y empezar a caminar en otra dirección. Creo que esa es la mayor dificultad a la hora del cambio, de la metanoia, de la conversión.

También, es muy duro aceptar tu pobreza, tus limitaciones, tu equivocación, que es lo mismo que tu ignorancia, tu dependencia y creaturalidad, tu pequeñez que sólo se engrandece en la filiación de ser hijo de DIOS. Todo eso se ensoberbece y se nos hace difícil digerirlo y aceptarlo. El pecado de Adán no fue sino la soberbia y el orgullo, mal entendido, de querer ser independiente e igualarse a su Creador y Señor, nuestro PADRE DIOS.

Hoy he tenido una gran decepción. No es que me coja de improviso, pues cuando no se anda en tu camino, SEÑOR, se va por otro. Y ese otro no conduce sino a la ordinariez, a la bajeza, a la pérdida de toda dignidad y al empobrecimiento de los más puros instintos sexuales que, no siendo malos, son y están para engrandecer a la persona humana, no para denigrarla poniéndola a la misma altura que los animales.

Lamento profundamente lo equivocado que están enalteciendo los instintos como lo principal del amor entre dos seres. Y es más, se va de contradicción en contradicción, pues cuando a estas alturas las relaciones sexuales están más que satisfechas y descubiertas en una convivencia marital según el capricho de cada uno y según cada uno lo entienda. Hartos ya de toda experiencia amorosa, sexualmente hablando, no tiene sentido parodiar y exultar lo que ha perdido todo encanto, curiosidad y atracción pura e inocente.

Me parece de una gran pobreza fundamentar toda atracción en lo puramente sexual, pues eso tiene fecha de caducidad y sólo va a quedar lo que, de pureza entregada en el concepto más profundo del agapé, se haya cultivado. Lo eterno e insaciable es el respecto, la entrega, la solidaridad, el servicio, la compañía, la fidelidad, el sacrificio, es decir, en una palabra: el amor en toda su integralidad, abarcando también lo sexual, pero nunca dejando nada del todo.

Eso es lo que hay que celebrar, el momento de la oficialidad del compromiso a debernos fidelidad y entrega el uno al otro por encima de toda apetencia caprichosa y desordenada que nos aleja de nuestra propia esencia de persona y nos asemeja al animal.

No entiendo esas despedidas de solteros y solteras montadas en una noche desenfrenada y de borracheras que persiguen como “un cierto temor a encadenarse con una persona para siempre”. Parece querer decir: “antes de comprometerme voy a probar de todo un poco”. No hay una decisión seria y profunda de lo que se va a decidir. Y menos aún un amor maduro y responsable.

Todo está montado en puras satisfacciones e intereses: la económica, la posición, el prestigio, la familia, la herencia, el poder, el influjo… etc. Al final cuando fallan estas cosas o suponen un aceptar al otro porque no me queda más remedio, la unión se hace una tortura, se rompe o se instala en la mediocridad. Y los hijos… ¡sálvese quien pueda!

Y queramos o no queramos vivimos encadenados. Eso supone que las consecuencias de todo esto no las pagan solamente los implicados, sino que derivan en todo lo que les rodea: padres, hermanos, vecinos, amigos, hijos de los amigos, sociedad… etc. El eje fundamental de la sociedad, la familia, al verse afectado contagia a todos los radios que conforman la rueda y termina por resquebrajarse y no cumplir su función: rodar.

Y algo así está pasando. Se está desvirtuando el matrimonio y la pureza del mismo. El hombre quiere inventarse él su propia vida y ya no sólo come de los árboles que le son permitidos, sino que quiere, también, comer del árbol de la ciencia infusa y ser constructor de su propio mundo sin necesidad de su Creador, pues él se ha erigido en creador también.

Según empezaba hablando de Noé, ¡parece que no está tan lejos!, ahora ocurre igual con Adán: está muy cerca, vigente diría, pues la causa de todo mal está en
el mismo pecado que Adán, como nosotros ahora, cometemos.

2 comentarios:

Hilda dijo...

Totalmente de acuerdo, tampoco entiendo esas despedidas de solteros que tal parece que buscan destacar aspectos negativos del matrimonio olvidando el verdadero sentido de este.
Bien lo dices,lo han desvirtuado, bueno, han intentado desvirtuado y precisamente esa es una de las causas del poco respeto a la vida que existe hoy. Y digo han intentado porque siempre hay testimonios de vida que demuestran que con voluntad es posible tener un matrimonio exitoso.
Tu post me hizo recordar una serie de post que hice hace tiempo sobre el amor en las novelas (libros tipo novela) y que habla un poco sobre ese eros y el agape. Espero si puedas los leas y te gusten. Los encuentras en:

http://lacamaradelasmeditaciones.blogspot.com/search?q=el+amor+en+las+novelas
Saludos. Hilda

Salvador Pérez Alayón dijo...

Así es, Hilda. El amor lo confundimos con el sexo y nos destruímos a nosotros mismos. Fundamentamos nuestros sentimientos en algo pasajero y que está en función de otros fines más sublimes. Luego, cuando el sexo acaba o decrece no encontramos sentido a seguir juntos, porque no hemos cultivado en amor. Saludos.

ÚLTIMAS REFLEXIONES